jueves, 29 de marzo de 2012

NOCHE DE MUSEOS

Blanca llegó temprano como prometió. Yo aún no levantaba los párpados de la siesta vespertina. No me acostumbro a dejar de ser gato.

La herramienta al canguro, las cadenas y las lámparas. Bajar las bicicletas cuatro pisos, pensando que de regreso sabrán al doble. Ya en la puerta, llama Víctor:

 -¿Vas a rodar con los Nadie?
- Iba, nos vamos a lanzar a la noche de museos, ¿quieres ir?
- Va, los veo en el cruce de Marina con Mariano.

Por supuesto que escuché Marina y Mariano, mas por necedad le dije a Blanca lo vemos en Cuitláhuac. Ya ahí, le digo a Blanca, - Para mi que se equivocó, deja le mando un mensaje-. Sin embargo, el que se equivocó fui yo. En pocos minutos Víctor llegó, tomamos rumbo. En los semáforos, afirmabamos las ventajas y peligros de las llantas lisas. En el museo fuimos los primeros en llegar, una chica se acercó a preguntarnos si veníamos con la caravana, changos, sólo éramos tres y no teníamos ni la remota idea de por dónde venían los de Apolorama. Pasado un rato llegaron y se formó un curioso muégano de bicis en la explanada del museo Franz Mayer. 

Visitamos dos salas, la temporal exponía una el trabajo de Alberto Díaz de Cossio, La cerámica debajo de la piel. Interesante, ubica al arte en su punto funcional como objeto (vayan a verla y saquen sus conclusiones). La otra es la permante, colección personal de Franz Mayer (también visítenla).

Retornamos tres, ni tristes, ni tigres.